¿Por qué ascendió Jesús a los cielos?

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Festividad de La Ascensión: 9 de mayo

Todos deseamos un lugar al que pertenecer, donde nos conozcan y quieran. Por eso es tan incómodo presentarse en una fiesta en casa de alguien, aunque sólo conozcas a una persona, y que ni siquiera estés seguro de estar realmente invitado, por lo que te preocupa que todos piensen que es raro que hayas venido, también que probablemente deberías haberte quedado en casa. Estar fuera y mirar hacia dentro o anhelar formar parte de algo, pero no saber si puedes, toca el profundo anhelo que tenemos de ser incluidos y valorados. Recuerda por un segundo la sensación de alivio cuando ves a tu amiga y te dice: "¡No pasa nada, está conmigo!". Has sido reclamada y validada, y sabes que estás en el lugar correcto.

¿Te imaginas la emoción de los discípulos al ver a Jesús ascender al cielo? Su amigo, Señor, maestro, hermano y líder les había llevado en un viaje loco de tres años y, después de que toda esperanza pareciera perdida, él regresó, pero sólo para abandonarlos aparentemente de nuevo. Aunque les prometió que les enviaría al Espíritu Santo (Jn 16, 7-8) y que estaría siempre con ellos, debió de ser doloroso verle partir.

Aunque la ascensión de Jesús significa muchas cosas, escucha la sección 661 del Catecismo: "Sólo el que 'salió del Padre' puede ‘volver al Padre’: Cristo... Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la ‘Casa del Padre’, a la vida y a la felicidad de Dios. Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, ‘ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino”. Jesús nunca deja de guiarnos. Él asciende al Padre para preparar un hogar, para acceder a la sala del trono y para glorificar a la humanidad... ¡Todo por nosotros!

La angustia de los discípulos por su partida habría sido sustituida por una profunda alegría, esperanza y confianza cuando el Espíritu Santo llegó en Pentecostés, porque ahora tienen el poder de vivir como Jesús aquí en la tierra y cuentan con la presencia divina necesaria para ser llevados al paraíso. Mediante el bautismo, fidelidad, arrepentimiento e intimidad con Jesús, somos invitados, deseados y esperados en la fiesta celestial.

Jesús asciende al cielo, así que no tenemos que preguntarnos si nuestra entrada en la gloria incluirá la incómoda sensación de “¿De verdad debería estar aquí?”, sino la gloriosa afirmación: “¡Bien hecho, mi buen y fiel siervo, entra en el gozo de tu Señor!” (Mt 25, 21).


Pete Burak es el director de i.d.9:16, el programa para jóvenes adultos de Renewal Ministries. Tiene un máster en teología y es un conferenciante habitual sobre evangelización y discipulado.