Jairo Maldonado sabe muy bien los momentos de su infancia que revivirá en su memoria. Los recuerda con tanto detalle que te hace querer visitar a su familia en Colombia y oler los granos de café tostado.
"Los recuerdos más queridos son los que tiene de la granja", dice, mientras habla de la granja de sus abuelos paternos cerca de Abrego. Durante los veranos pasaba semanas con sus abuelos a quienes llamaba Nonna y Nonno.
"Como los italianos", y con una sonrisa explica sus apodos.
La única sonrisa más grande que la anterior es la que le aparece en su cara cuando habla de los bocadillos o refrigerios y la frecuencia con que se los daban; una o dos horas después de cada comida. A Nonna le gustaba compartir el pan, el maíz asado, los plátanos calientes en el horno y el queso casero que era tan blandito, que se podía cortar con una cuchara.
"Pero tienes que hacer cosas. Tienes que trabajar. No es que solamente te dediques a descansar. Me decía... ‘Haz esto, haz eso, ven, cuida de estos animales’"; recuerda de los días en la granja, que incluían también viajes al mediodía a nadar en el lago cristalino. "Tienes que ser una persona buena, ¿y los bocadillos?, son tu recompensa".
El final de la tarde era su tiempo favorito; salía a recoger granos de café con Nonno.
"Este tipo de granos crece bajo los árboles... en el bosque", explica.
Al regresar, tostaban los granos. El olor impregnaba toda la casa, pero se sentía más fuerte en la gran cocina, donde estaban reunidos los primos, las tías, los tíos y, en algunas ocasiones, sus padres.
"Comenzaban a contar unas historias increíbles acerca de cosas fantásticas. Era de noche y yo tomaba café, así que estaba alerta escuchando los cuentos acerca del oro enterrado y de lugares que estaban malditos. Me encantaba y recuerdo que me reía de esas historias", dice.
En esa granja, también pasaba tiempo observando. Vio a su Nonna y Nonno rezar el Rosario juntos todas las noches. Los observó cuidando el uno del otro, y para él, esto fue lo que lo acercó más a la fe y a la familia.
Estas son lecciones que ahora utiliza como nuevo sacerdote. Jairo Maldonado se convirtió, en junio durante su ordenación, en el Padre Jairo y recientemente NC Catholics se sentó a conversar con él.
NC Catholics: Cuéntenos acerca de su familia
Padre Jairo Maldonado: Tengo una familia muy grande. Ochenta y dos primos-hermanos. Mi mamá se llama Roquelina y sus hermanos la llaman Rokey. Mi padre, Daniel, es un trabajador agrícola retirado. Tengo dos hermanas; Elizabeth es la mayor, yo soy el segundo. Después sigue mi hermana Maeirena y Juan Camilo. Uno de mis tíos es sacerdote en Colombia.
NCC: ¿Cómo pasaba el tiempo cuando estaba creciendo?
JM: Siempre me gustó dibujar; con carboncillo y lápices, e hice un poco de pintura al óleo. Me gustaba la historia y la lectura. En la escuela secundaria leí “El Retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde y algunas novelas colombianas.
NCC: ¿Cuándo comenzó a pensar seriamente acerca de la vocación al sacerdocio?
JM: Cuando estaba en la escuela secundaria comencé a servir en el altar y a involucrarme con la Iglesia. Fui al seminario local para asistir a retiros. Pensé que me convertiría en un sacerdote diocesano. Uno de los seminaristas tenía un primo que era fraile Agustino. Un grupo de nosotros fue a visitarlo y a conocer su monasterio. Todos usaban un hábito negro. Se trataban como hermanos, y eso me causó un gran impacto.
NCC: ¿Qué decidió y por qué?
JM: Yo no sabía qué hacer. Fui aceptado el mismo día en ambos lugares (seminario diocesano y religioso). La fecha de inicio era la misma. Mis padres preferían la idea de que me quedara localmente.
NCC: Usted eligió la vida religiosa pero no se lo dijo inmediatamente a sus padres. Ellos pensaron que usted iba al seminario diocesano. ¿A los 17 años fue una decisión difícil para usted?
JM: Sentí una gran presión. Antes de esto, nunca hubiera hecho nada para desobedecer a mis padres, pero llegó el momento; me escapé de la casa.
NCC: ¿Cómo planeó eso sin que ellos se dieran cuenta?
JM: Convencí a mi hermana menor de que vigilara a nuestra madre mientras cocinaba el desayuno. Sacamos la maleta por una ventana para que mi mamá no la viera. Mi hermana la llevó a casa de mi amigo.
En algún momento mis padres fueron a llevar a mi hermano menor a casa de mi abuela y yo les dije: "Adiós". Y esa fue nuestra despedida; ellos no lo sabían, pero yo sí.
Fui a casa de mi amigo, y de allí al autobús.
Cuando estaba a punto de subir al autobús, llamé a mis padres. Mi padre estaba bravo. Le dije, "papá, me voy para Bogotá"; Y él me contestó; "¿Quién te dio permiso?". Yo podía escuchar que se lo estaba contando a mi madre. Colgaron el teléfono. Fue triste. Luego, llamé a mi hermana mayor, quien ya estaba casada y vivía fuera de la casa familiar. Ella fue comprensiva. Me subí al autobús y lloré. Pensé, "Dios mío, ¿qué estoy haciendo?"
NCC: ¿Cómo se sintió después de viajar 13 horas en autobús?
JM: Se me olvidó por completo que había escapado de casa. No hablé con mis padres como por tres meses, pero luego comenzamos a hablar. Ellos nunca estuvieron en contra de mi vocación, sólo querían que estuviera cerca de casa.
NCC: ¿Qué pasó después?
JM: Estuve allí cinco años. Me di cuenta de que no era mi vocación. Dentro de una comunidad religiosa hay muchas limitaciones acerca de los lugares a donde puedes ir. Pero fue una gran experiencia. A los 22 años fui a trabajar como profesor, luego, tuve la oportunidad de estudiar inglés en el extranjero donde unos amigos. Vine a los Estados Unidos... primero a Wilmington, Delaware y, luego a Nueva Jersey.
NCC: ¿Cómo se estaban sintiendo sus padres en ese determinado momento? Años atrás no querían que se fuera de la ciudad; ¡Ahora está en otro país!
JM: Mi mamá me decía: "Ve en busca de tu felicidad, ve tras ella; y tienes que visitarnos una vez al año". Empecé a discernir para la Diócesis de Raleigh y, fui al Saint Charles Borromeo Seminary. Dios nos guía hacia donde quiere que estemos. Nunca imaginé estar aquí, nunca lo planeé; ¡Y aquí estoy!
NCC: ¿Cómo se siente al comenzar su trabajo como Vicario Parroquial en Saint Francis of Assisi en Raleigh?
JM: Es como cuando te casas, tu prioridad es tu pareja y la nueva vida juntos. Para nosotros, al convertimos en sacerdotes, nuestra parroquia y los feligreses se convierten en nuestra familia; en nuestra prioridad.