Hace ya 12 meses, cuando se acercaba el 2020, pensábamos que sería un año perfecto, uno de visión 20/20.
¿Qué podemos decir ahora cuando este año está por terminar?
Podremos decir que el 2020 si fue un año perfecto por todo lo que experimentamos y nunca hubiésemos esperado. Algo invisible al ojo humano, un virus, paraliza al mundo y crea descontento social, perdida de trabajos, cierre de iglesias – la lista continua. Es por esas situaciones que este ha sido un año donde hemos afrontado retos en todos los aspectos de nuestras vidas: en nuestra fe, en la salud, tanto física como emocional, en lo económico, en la educación de la juventud, etc.
Al cerrar este año litúrgico de la Iglesia uno nuevo empieza, marcado por la época de Adviento – época que nos lleva a prepararnos para la celebración del nacimiento de Jesús. El Adviento es tiempo de preparación.
Tenemos expectativas que en el año nuevo todo mejore, que encontremos la vacuna que contenga el virus. Todos nosotros esperamos paz, seguridad y progreso, pero ¿cómo puede ser posible esto?
La época de Adviento nos enseña el camino. Todos podemos descubrir nuestra responsabilidad en prepararnos bien para el año venidero. ¿Como? Empezando con vivir con esmero el propio adviento que prepara nuestros corazones para recibir a nuestro Salvador, Jesús.
Iniciando un dialogo personal y sincero con Jesús, descubriremos nuestros verdaderos talentos y limitaciones, pecados y prejuicios. De esta forma humilde, nuestros corazones se convertirán en un pesebre, en el pesebre del portal de Belén que hace espacio para la luz, la paz y la reconciliación con Jesús. Allí, en ese pesebre, descubriremos la reconciliación con nosotros mismos porque habremos experimentado el encuentro con el que es Amor – la medicina que afirma nuestros talentos y contrarresta el virus del pecado, la indiferencia, el egoísmo, y los prejuicios. Con esa salud en el alma, en el corazón y en el intelecto, podremos abrirnos a un sincero dialogo con el prójimo, donde hay respeto mutuo, y donde se ofrecen amistad, un oído que sabe escuchar, y unos labios que saben expresar palabras llenas de sabiduría y de Él – el Amor.
El objetivo principal de este dialogo es vivir el mandamiento del Amor a Dios y al prójimo. En otras palabras, la meta principal es recibir a cada persona humana como regalo de Dios – como reflejo y presencia de Jesús entre nosotros.
No pensemos que son los otros los que primero necesitan vivir esta preparación de adviento. ¡No! Somos cada uno de nosotros los que tenemos que decir “sí” a la invitación al encuentro personal con Jesús para que dejemos que el proceso de conversión empiece en nuestros corazones. De esta manera, transformados y liberados de nuestros prejuicios, temores y resentimientos, podamos abrir la puerta a un verdadero dialogo con el prójimo.
¿Como actuaríamos si nos encontráramos con Jesús? Bueno, con Él nos encontramos cuando con el prójimo nos encontramos.
Que este tiempo nos llene de esperanza y nos lleve a un reencuentro con Jesús y con nuestro prójimo.
¡El futuro solo se lo puede construir con Amor!